El año pasado surgieron por todo el mundo pequeños negocios donde los ciudadanos podían escanear su iris a cambio de criptomonedas (“monedillas virtuales”). En concreto, el aparato para escanear el iris es el llamado “Orbe” y la criptomoneda que se ofrecía a cambio del escaneo era un token llamado “WorldCoin”.
Planteado como un avance disruptivo y un invento tecnológico beneficioso para la humanidad (de hecho, estoy convencido de que podría serlo, si se emplea de forma correcta y si finalmente cumplen con su promesa de hacer todo el proceso público y de código abierto), su uso se hizo muy popular en poblaciones de Africa y la India.
Lugares con culturas muy diversas y donde, sin duda, el invento demostraría ser muy útil a la hora de identificar a una población con escasez de acceso a recursos, y con problemas de identificación individual derivados de su cultura y de las políticas del país en cuestión.
Cuando se extendió el negocio por Europa, las Autoridades de protección de datos de varios países (España, Alemania, Italia) se preocuparon por el uso que se hiciera de los datos de los ciudadanos que permitían escanear su iris, cómo se trataban y almacenaban esos datos, qué información se daba a los usuarios sobre todo el proceso, etc.
Recordemos que el iris es una forma de identificación personal más fiable aún que la huella dactilar, y son datos biométricos especialmente sensibles, protegidos por la legislación de protección de datos europea (RGPD) y de cada país miembro de la UE.
Ante los requerimientos de estas Autoridades, la empresa de Sam Altman decidió “cesar sus operaciones en Europa” y aún no está claro cuándo volverán a recuperar la actividad, teniendo en cuenta que la Autoridad de protección de datos de Alemania ya ha pedido que se supriman todos los datos de los ciudadanos alemanes que hayan escaneado su iris en el territorio. World Foundation, por spuesto, ha recurrido esta decisión, pero no está claro si finalmente le darán la razón o tendrá que borrar los datos de esos usuarios.
De hecho, hoy en día, los “humanos únicos” registrados, según su página web, son solamente 10.529.569, y digo “solamente” porque esta cifra difiere de la que los desarrolladores Blockchain (como yo) recibimos por email en Octubre de 2.024.
En ese correo de Alchemy (una empresa proveedora de infraestructura y herramientas para desarrollo de redes Blockchain), afirmaban que había aproximadamente “15 Millones de humanos verificados on-chain”.
Ahora la cifra ha disminuido, supongo que habrán descontado a los usuarios europeos, puesto que no pueden prestar sus servicios aquí en un sentido estricto.
En ese correo también se desvelaba (aunque ya lo anunciaron en Junio de 2.024) que Alchemy iba a dar soporte a la infraestructura de red Blockchain para la nueva red: World Chain.
En una red de Blockchain, como Bitcoin, Ethereum, Solana, etc, los costes de uso de la red (enviar transacciones, escribir datos, hacer “trading”, intercambiar activos, comprar NFTs, invertir, etc) se pagan en forma de comisiones en la criptomoneda nativa de esa red en concreto (a estas comisiones se les llama “gas” muchas veces).
Muchas redes Blockchain permiten crear y emitir tokens (otras criptomonedas, como World Coin), con los que se puede, por ejemplo, financiar un proyecto.
Pero he de deciros que, para mí, la verdadera utilidad y finalidad de una criptomoneda, es cuando tiene su propia red Blockchain, donde TODAS las comisiones se pagan con esa misma moneda, y donde puede crear su propio ecosistema económico, con desarrolladores y empresas que construyen aplicaciones para los usuarios: billeteras, aplicaciones financieras, juegos, mercados de compra y venta de activos, etc.
Efectivamente, eso es lo que ha hecho World Foundation, crear su propia red Blockchain para tener su propio ecosistema económico.
¿El truco? El Coste de Adquisición de Cliente.
Ese es el truco, el as en la manga, la jugada maestra de Sam Altman. No la habréis visto por ahí publicada, pero no tengo duda que se estudiará en las escuelas de negocio y de marketing durante los próximos años.
Desde el principio, World Foundation afirmaba que los datos no se almacenaban ni trataban de ninguna manera, que no iban a comerciar con ellos, etc. Ahora, en la parte de textos legales de su web, las cosas ya las ponen mucho más claras que entonces, no les ha quedado otro remedio que hacerlo así.
Técnicamente, parece que es correcto y que no comercian con tus datos… en la práctica, la realidad es otra bien distinta: no comercian con tus datos, porque ya te han pagado por ellos, comercian directamente contigo como usuario, tú eres el producto por el cual han pagado.
Normalmente, la “narrativa” en el mundo del emprendimiento en Blockchain es justo la contraria: alguien tiene una idea, busca un equipo, desarrolla un producto o aplicación (o la primera versión inicial) y comienza validando esa idea con los usuarios que van mostrando interés.
De hecho, lo habitual muchas veces es que esos “usuarios” no sean directamente usuarios finales, sino desarrolladores y empresas que construyen aplicaciones basadas en esa nueva idea o protocolo, y a partir de esas aplicaciones novedosas se empiezan a captar usuarios finales, que son quienes realmente pagan por usar esos servicios.
El Coste de Adquisición de Cliente (“CAC”, para los que sepan de marketing), es lo que una empresa o aplicación invierte en captar usuarios.
Si tienes un comercio local, como una papelería, una zapatería o un bar, por ejemplo, este coste podría expresarse como la suma de todo lo que inviertes para traer clientes nuevos a tu negocio.
En una campaña de marketing, este coste sería cuánto has invertido en los flyers, en los anuncios de Google o de Redes Sociales, en las cuñas de radio, sorteos, etc. Y la forma de saber cuánto te ha costado cada cliente nuevo, es dividir ese gasto total entre los clientes nuevos que haya atraído tu campaña (y que efectivamente hayan comprado algo).
Si hablamos de marketing digital puro, o de marketing web3, este coste se calcula de forma parecida, pero la inversión va a otras partidas: marketing de afiliados, community managers, KOLs o influencers, Social Ads, retos comunitarios, partnerships, etc.
¿Os habéis dado cuenta?
Todo el rato estamos hablando de pagar dinero a otras empresas o de invertir en productos, servicios o colaboraciones para conseguir nuevos clientes.
En el caso de Sam Altman, no ha sido exactamente así. Su inversión ha estado en el desarrollo del producto y del negocio, y en la creación y lanzamiento del token y de la red Blockchain.
¿A quién le ha pagado para conseguir clientes? A los desarrolladores de negocio (empresas que ponían los puntos de escaneo del Orbe a disposición del público en los diferentes países donde ha estado y está todavía operando).
Y por supuesto, a los propios clientes, a los miles de personas que hicieron cola en centros comerciales (en el caso de España) para escanear su iris a cambio de descargar la aplicación y poder así recibir la “recompensa”: su “identidad verificada” y unas “monedas virtuales”.
Esta vez, una buena parte del coste de adquisición se ha pagado directamente al cliente, y no a terceros para que lo atraigan con publicidad.
Me sigue poniendo los pelos de punta el correo, es como si estuviéramos ante una novela de ciencia-ficción-terror escrita por Clive Barker y William Gibson.
No hablaba sólo de las bondades de la nueva red Blockchain, sino de los “15 Millones de usuarios verificados”, la “primera cohorte humana verificada on-chain”.
«World Chain ya está abierto a todos los humanos. A partir de hoy, los desarrolladores pueden desplegar aplicaciones en World Chain, lo que permite el acceso a la base de usuarios más amplia de seres humanos verificados que existe «onchain»…
“The World Network está encantada de poder ofrecer a todo el mundo una invitación abierta a una economía blockchain que pone a los humanos verificados en primer lugar en cada nivel de la pila.”
Y si, la traducción es mía y muy literal, a propósito: esa “primera cohorte de humanos” ya está en lo más alto de “la pila”… ¿lista para “el sacrificio”, tal vez?
Qué poco ha cambiado el ser humano en varios miles de años.
(N. del T.: se ha traducido “stack” como “pila”, el correo se refiere al “stack” tecnológico, el conjunto de tecnologías, herramientas y aplicaciones usadas para el desarrollo de software).
Ahora los “usuarios (clientes/consumidores)” han sido “verificados” y tienen sus “identidades digitales” en el móvil, en la aplicación correcta (con sus “wallets” o billeteras un poco rellenas de “WorldCoins”), y están listos para usar todo aquello que los desarrolladores y las empresas decidan crear para ellos.
Por supuesto, esas “monedillas virtuales” que recibieron, en su día, a cambio de sus datos biométricos, ahora valen más dinero que antes… por tanto, son más caras de comprar, y claro, cuando usen las aplicaciones, harán transacciones, es decir, usarán esa red Blockchain “especialmente creada para ellos”, gastarán esas monedas para pagar, y tendrán que comprar más (si quieren seguir usándola), cerrando así un círculo perfecto de oferta y demanda económica.
No discuto lo genial del concepto en sí mismo, a nivel de negocio y de producto: llegar a mercado con los clientes finales verificados, con la aplicación ya instalada en su móvil y dinero listo para gastar. Impresionante.
Pero me parece absolutamente salvaje y deleznable la perversión de la idea original: querían crear una tecnología nueva como un “bien común” para beneficio de toda la humanidad, y una vez más, el resultado es que para ellos sólo somos importantes porque tenemos un valor concreto y medible, porque tenemos datos que ofrecer y dinero que gastar: ¿humanos?, sólo somos conjuntos de datos con un valor nominal.
Ahora, si estás “verificado” por ellos, tu valor nominal al parecer es mayor que el de otros humanos.
Es increíble cómo le han dado la vuelta a la narrativa, para que personas que viven en países en desarrollo perciban que, gracias a ellos, ahora pertenecen a una “nueva elite” (con la consiguiente ilusión de mejora y equiparación con otras sociedades: ahora pueden consumir -igual que todos-, pero lo perciben de forma más exclusiva aún).
Sé que hay quien me criticará esta opinión (de hecho, ya me han criticado y me han preguntado si yo no haría exactamente lo mismo, si tuviera la oportunidad).
La respuesta es no, igual que no trabajo en programar misiles teledirigidos o drones de combate. Otros lo hacen: tengo algún amigo programando sistemas de visión para ametralladoras automáticas. Cada uno tiene sus motivos.
Yo prefiero hacer otras cosas, como utilizar la tecnología para encontrar casos de uso reales que los negocios y empresas necesitan en su día a día.
A partir de ahora os iré contando más cosas sobre tecnología, que tal vez no hayáis escuchado o no estén muy al alcance del público en general.
Si me habéis aguantado hasta aquí, de verdad, GRACIAS.
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Francisco Javier López Buyo | Mi LinkedIn
Vocal y Asesor Web3 de la FNDB.